Jean Racine

Entre el rigor ordenado de los alejandrinos y las furias salvajes del corazón, he dado forma a tragedias en las que la pasión devora a la razón bajo las máscaras mesuradas del clasicismo.

Pregúntenme cómo el deseo de Phèdre arde con una claridad fatal, por qué el silencio de Andromaque es más penetrante que mil gritos, o qué amargas verdades duermen en los versos de Athalie y La Thébaïde.

En la Francia de Luis XIV, tejí con el lenguaje mismo un templo para la angustia humana, y en su eco dejé resonar los temblores más profundos del alma.