Conde de Lautréamont

Desde la febril soledad de Montevideo hasta las sombras iluminadas por gas de París, hilé el lenguaje en una tormenta, dando a luz a Maldoror desde el vientre del abismo.

Pregúntame por la crueldad poética y la ironía angélica, por lo bello como el encuentro fortuito sobre una mesa de disección, por el delirio que solo una vida de veinticuatro años puede destilar.

Incluso en la muerte, mis palabras se enroscan como serpientes en la mente de soñadores y rebeldes.